Hace un tiempo ya, como una bofetada del viento, tan inesperada como la caída de una hoja, llego la noticia de la partida de un sujeto increíble; se había ido de nuestro lado un individuo sin igual, un hermano de muchos, un amigo de millones, un enemigo de montones; un hijo particular e irreverente, tierno pero imponente, rudo cunado era necesario, y cariñoso al momento de abrazarlo. Por eso es que este pequeño documento es un homenaje a él, un homenaje como muchos otros que tiene ya, pero un homenaje que al igual que el resto se hace con la intención que llegue a los sentidos de todos aquellos que acepten acceder a él.
Como un pedazo de pastel atrae a un niño, por sus colores llamativos, su aroma y su figura, así era como con cada acto este luchador de batallas infantiles y serias nos atrapaba, ya que al contar las anécdotas de sus aventuras de golpes y huidas, de tragos y mujeres, y de noches perdidas, ya que la emoción con la que las contaba nos hacia querer estar en cada una de ellas, para lograr saborear un poco de la victoria con la que él se acostaba después de haber salido airoso de ellas; por supuesto, unas mas que en otras. Pero eso no era importante en realidad, lo que cautivaba era algo que estaba, y que seguramente aún siga allí, dentro de sus ser, esa chispa para tornar cada momento desagradable, frustrante, triste, agobiante, molesto o simplemente nada interesante; en una oportunidad de tener una sonrisa inesperada que cura cualquier tipo de herida en un instante. Si era él quien con un golpe de cariño, fuerte o suave le mostraba otro de los lados de la vida a quien lo frecuentaba; nos daba lecciones cotidianas de libertad, pasión, irreverencia, descontrol y motivación; lecciones de las que yo me aferraba para seguir avanzando en mi camino, seguir pasando la cuesta de esta vida, vida que por cierto, es en realidad sencilla; lecciones que mas que lecciones eran ánimos y manifestaciones de apoyo, con las que el nos decía a cada uno de nosotros por de bajo de cuerda, “parce lo quiero”.
Acá era un tipo de vicios, era un adicto, adicto al trago, porque en esta sustancia encontraba lo mismo que encontramos otros, un medio para desahogar nuestras penas, para perder la timidez y para incrementar la cantidad de historias que contar. Fanático del Mustang Azul, que bueno era recibir una llamada perdida, voltear a mirarlo, evaluar el terreno y escabullirnos para salir varios a compartir el sabor tostado de uno de sus Mustang, al calor de la critica destructiva de la clase y de los comentarios picantes acerca de las mujeres sensuales que allí se encontraban. Enviciado a los dulces, no solo por que fueran de buen sabor, sino porque con ellos también se acercaba a aquellas niñas que llamaban su atención y que por eso ya era de su menester el generar en ellas una sonrisa de satisfacción. Llevado por las mujeres, aunque no lo quisiese aceptar del todo, él mismo se ataba la soga al corazón y se la apretaba muy fuerte, tan fuerte así era el nudo que se hacia, que ya aveces ni su mango, como lo llamaba, sentía; pero tampoco era bobo, ya que a pesar de dueña para su corazón, no perdía momento alguno para darle rienda suelta a los designios de su pasión. Amante de la revolución, con o sin principios, es no era que importase mucho para él en realidad, siempre y cuando lograra manifestar su inconformidad frente a una de las caras de la cotidianidad, iba a estar allí presente, al filo del cañón, dispuesto a saltar, y por eso, se llego a convertir en un impulsador para muchos, y mas que impulsador, un guerrero y protector. También era adicto a otro tipo de cosas no tan agradables y por eso no las incluiré en este homenaje, además porque si no fuera por estas, no estaría entretejiendo este escrito, sino tal vez disfrutando de una de aquellas buenas anécdotas.
Para él, si, para ti, esto, esto que es un pequeño reflejo de lo que tu recuerdo mueve mi corazón, porque sencillamente no es fácil, pero como tu me enseñaste, “si no es fácil es porque es bueno”; y te dedico esto porque te lo mereces, y así pasen los años te recordare como ese guerrero, luchador que no permitiría que me tocaran un pelo, pero que por el cual yo también lucharía hasta el cansancio; guerrero como pocos, como también son pocos por los que digo y hago eso.
Con estas palabras culmina este escrito, un poco enredado y hasta de pronto con errores de sentido, así como con equivocaciones y recuerdos confundidos; termino agradeciéndole a la vida por haberme permitido, hacer con este singular sujeto, una vida de risas, precoacciones, picardías y conversaciones, que tan solo con él hubiera tenido. (Fingerling, 2010)