lunes, 18 de junio de 2018

Homenaje a la represente del continente de antaño


Hace mucho tiempo que no me permitía retomar esta buena costumbre de retratar los casos que a mi despacho han llegado. Había dejado de lado esta parte de mi porque me había centrado en el quehacer cotidiano y me tenia atrapar por la magia del placer terrenal. Pero ahora con el despertar de mis emociones de forma potente y masiva, pude recordar mi deber con mi intimidad y mi sociedad. Es por esto que gracias a la oportunidad de poder volver a trabajar en el sentir genuino y real,  me ha llegado la vitalidad necesaria para volver a retratar.

Era una mañana del segundo mes del presente año, una mañana que prometía ser como las muchas otras en el lugar de trabajo al que me vi obligado a tomar por las exigencias económicas de mi vida, una mañana que no he de olvidar; esa mañana en la que la energía que yacía en mi se volvería a reactivar.

No eran más de las diez de la mañana cuando se apareció sin esperarlo ni buscarlo una particular mujer, una mujer que había llegado para aprender de forma artesanal el ejercicio del quehacer de aquellos que son como yo. Esa joven mujer deslumbrada por la novedad se curso con mi camino y como buen anfitrión, la salude sin titubear. 

Para el momento del saludo con esta fortuita y gloriosa mujer,  me encontraba debatiéndome en una labor que llevaba mas de ocho meses tratando de resolver, una de las pocas labores que no pude llevar a un feliz termino y por eso mismo, por el esfuerzo intelectual y emocional que me implicaba, no presté mucha atención a la fuerza de su aparición. Le di la bienvenida tradicional con la misma cordialidad y con el mismo trato aséptico que he tenido con aquellas personas que he aprendido a aceptar, sobre todo cuando estas se presentan para aprender de lo que me he vuelto experto en desarrollar.

Pasaron un par de semanas en las que la veía transitar entre mis colegas sin mayor novedad. No me percataba de su presencia ni de su ausencia, ella estaba tan fantasmagórica para mi, de la misma manera que yo no me percataba que yo era sutilmente presente para ella. Pero llegó un evento al que tenia destinado ir con mis colegas sinceras de afecto, un evento que cambió por completo el rumbo de nuestra historia.

A aquel evento, me vi en la necesidad de asistir solo, mis colegas se encargaron de sus asuntos y me dejaron abandonado, afortunadamente. Estaba allí un poco extasiado por la posibilidad de sentirme parte de un gremio que no compartía ni mi lengua ni mis pasiones.  Ya cansado de no poder compartir mis experiencias o mis comentarios espontáneos tomé la decisión de contactarme con la responsable del contrato actual, me dispuse a salir y seguir trabajando en lo que ya me había comprometido, pero después de preparar mi salida sin mucho escándalo, entre la multitud que intempestivamente se había unido apareció ella.  Nos miramos a la distancia, pude ver sus ojos y el movimiento vital de sus pobladas dejas mientras que su esbelta mano se alzaba para saludarme. Yo la salude de regreso con el mismo gesto. Los dos nos fuimos acercando esquivando los cuerpos calurosos de los asistentes y una vez que estuvimos frente a frente nuestras mejillas se junaron como muestra del saludo habitual entre dos adultos que se acababan de encontrar. 

Tan solo fueron necesarias un par de copas para que la conversación nos hipnotizara y nos atrapara en un limbo armónico que se alimentaba de nuestras expresiones y nuestras espontaneas risas. No tuve claro en ese momento que era lo que a Ella le parecía tan agradable de mi compañía, no sabia bien si eran las opiniones sutiles que con el mayor respeto hacia frente a las historias que me contaba de su vida, si era la facilidad de comunicarnos en un idioma que no representara un esfuerzo para cada uno de nosotros, o si eran las propuestas ingenuas que le hacia; propuestas con las que le presentaba la invitación de contar con mi experiencia y así acompañarla en lo que estaba viviendo actualmente en su realidad. 

Unas horas más tarde, embriagado con su hipnotizaste risa y con su aroma, me sorprendí vi preso, atrapado y plácidamente acorralado por su presencia. Eso llevó a que me fijara inevitablemente en las cautivadoras promociones de su cuerpo, a calcular la frecuencia con la que fugazmente me tocaba para hacer énfasis en alguna situación de sus historias. Mi corazón comenzó a latir con mucha fuerza y a un ritmo que distraía mi mente y me alejaba un poco de la ilación de sus historias. Quería acercarme más a ella, proponerle establecer un contrato y con este re editar sus dolores y alegrías; pero nos vimos en la urinaria obligación de hacer una pausa, de separarnos y de ir a atender las necesidades fisiológicas naturales de dos cuerpos que habían pasado unas cuantas horas mojando la palabra con el amarillento liquido fermentado del lúpulo y la cebada. 

En esa pausa además de hacer lo correspondiente, me puse nuevamente en contacto con la encargada del contrato en curso, le dije que no iba a ser posible que nos encontráramos esa noche, y por ende que tendríamos que retomar la labor algunos días después. No me sentí del todo bien con esa decisión, pero había algo dentro de mi que sabia que si me retiraba del sitio en el que me encontraba, no iba a hacer otra cosa que pensar en las posibilidades de la continuación de esa fantástica conversación, y de las exitosas formas con las que podría terminar aquella noche irracional. 

Así pues, la noche continuó, la busque nuevamente entre la multitud que ya se encontraba fraguada por la cantidad de productos alcohólicos que se habían destinado para ese evento. La encontré en compañía de un sujeto singular que mostraba desprevenidamente toda su intención y toda su necesidad de compañía y afecto; Ella me miró con asombro y con una expresión que yo interpreté como una señal de ayuda. Fui a su “rescate”, la tomé de su mano y con una frase galante de dije a aquel sujeto que había quedado con ella de bailar la siguiente canción. Ella sonrientemente aceptó el impulsivo gesto de salvación innecesaria y fue conmigo a bailar. En medio del baile improvisado me confirmo el error en el que había caído, me dijo que no era necesario que la salvara de nada pero que agradecía la imprudencia de mi actuar, terminó la canción y continuamos hablando. Así se nos agotó la noche, entre interrupciones y retomas, entre salvadas y recapturas, entre acercarnos y alejarnos. A portas de la madrugada, casi tan intempestivamente como lo fue ese primer rescate que surgió de mi ser, Ella salió despavorida del recinto adjudicando su huida triunfal a la saturación del afecto que ese sujeto desmedido le había expresado. Me dijo que no había sido mi culpa y que tampoco esperaba que la acompañara a su destino, acepté su explicación y su limite. Me quedé contemplando su recuerdo y unos minutos después también opté por dejar el lugar justo antes que el sol se asomara entre las montañas que rodean la ciudad en la que nos encontramos.  

Las noches y los días no se hicieron esperar, nos veíamos en el lugar de la labor y nos acompañábamos a disfrutar de la comida que se acostumbraba con la llegada de la tarde. Hice un contrato tácito con ella. Esa mujer rebosante de vida y de alegría no sabia que dentro de mi ya estaba claro lo que tenia que hacer y como quería llevar ese contrato que estaba en curso. El problema radicaba en que ya tenia otro contrato y no había encontrado la forma de terminarlo, no sabia si podría destinar mis esfuerzos a llevar dos casos al mismo tiempo, así como tampoco tenia nada claro como hacer para que la inversión energética y sensorial que era requerida para cada uno de estos, entrara en competencia. No podía dejar de pensar en ella, me era imposible concentrarme en el contrato previo pero sería injusto atribuirle esta imposibilidad a la aparición de aquella inocente mujer. Ya era una realidad que la encomienda que representaba el contrato anterior se estaba extinguiendo, lo había estado haciendo hacía unos largos meses y no me quedaba energía para seguir invirtiendo en esto. Así pues tomé la decisión de presentarme con ella y decirle que había establecido un contrato, de mostrarle que tenia toda la intención de estar allí para lo que le fuera agradable y útil. Con el corazón en la mano y en su lugar un papel que tenia como objetivo el de ser el contenedor del numero de contacto de ella, me acerqué y le pedí esa identificación numérica propia a cada línea telefónica. Sin titubear pero tampoco sin hacer uso de aquel papelito, me dio su numero de teléfono y anotó en la agenda del mío.

Con el dato esencial de su contacto telefónico, después de un par de conversaciones aceleradas llegue a su morada, le pedí que bajara para sellar el contrato con la tinta de nuestros labios. Lo hizo, bajó, y no sin antes confirmar la fidelidad de mis palabras, se acercó a mi para manifestar su intención de iniciar el contrato mientras que yo hacia lo propio para expresarle mi interés en el mismo. No mucho tiempo después salió a conocer un país cercano, dejando en mi mente la tonalidad armónica de su asentó y la alegría de su juvenil rostro para que alimentara mi corazón y pudiera soportar el tiempo de su ausencia. Utilicé este tiempo en el que se encontraba distante para dar por terminado el contrato anterior, y así sin más demora, centrarme en el que con ella quería tener. 

Con la caída del sol del segundo día después del retorno de aquella mujer a la ciudad, y detrás de una de esas ventanas cubiertas por las cortinas del edifico donde vivía, nos dimos la posibilidad de manifestar la muestra emocional con la complacencia formal.  Allí, me encontraba cuidando de ella, curándole las heridas que le dejaron los invasores minúsculos que trató de evitar en esa travesía andina de la que no hacia mucho acaba de retornar. Fue allí, en aquel momento, cuando ratificamos ese contrato mutuo con un acto sincrónico de suspiros y palabras que sin decirlas ni firmarlas, nos permitió trenzar los hilos con los que nuestras voluntades se habrían de entregar.

Luego, llegó el momento de re-conocer como era el alma de aquella extaciante mujer, partiendo a un viaje intimo que prometía estar lleno de sensibles historias y relatos. Aquel día, con el corazón en la boca, acongojado por la virosis que me había atrapado, llegué al punto de encuentro que habíamos acordado con ella. Se subió a mi coche, y partimos a un destino mágico y desértico que nos permitió soñar, vivir e improvisar. Fue una aventura que por la riqueza de sus escenarios y emociones seguramente tendrá una sola historia que retrataré luego. 

Así también lo haré para la desventura de la ultima noche en la que pude acompañar la vida de aquella exótica flor que emitía una maravillosa energía color burdeo. 

Sin pensarlo ni buscarlo, la historia de este caso, me llevó a escribir casi a mis treinta y dos, como si lo sintiera con los mismos veintitrés que llevo en mi interior; mismos que también posee esa gloriosa medio germánica y medio ibérica mujer.

De la fuerza interna, de esa carga energética que me ha dejado la presencia de ella en mi vida, es que e invertido los Joules de energía emocional que me implican este reporte. No se cuanto tiempo más me ha de quedar la misma energía, no tengo claro la medida temporal con la que seguiré alimentándome de esta hermosa luz noble y espontánea que ha quedado en mi, energía que me he apropiado de la que posee ella. Lo que si se, es que su presencia en mi vida no ha pasado en vano, no lo ha hecho por una muy sencilla razón, me hizo volver a creer en la posibilidad de encontrar ese contrato constante y espontaneo que dejé adormilar por el dolor del pasado.

Ella me mostró la belleza que en la naturalidad del contacto, se puede transformar en vitalidad y en el amar. Lo hizo desde el principio y lo mantuvo con la corta frase que sin saberlo voy a guardar en lo mas profundo de mi ser, y que posiblemente va a estar marcada en mi piel con un símbolo que ha de representar eso que en su tierna voz me manifestó; esa armazón de palabras que pronunció con ilusión y sincera subjetividad: "yo lo quiero todo contigo". (Finguerling. 2018)

sábado, 9 de junio de 2018

El mercurio de la Faraona





Estaba nuevamente acompañado del consejero de las pasiones, recordando la ganancia de mis últimos descubrimientos, sentado allí en mi despacho, abrasado por el calor del extaciante aroma de la ultima mujer que se sentó en frente de mi con la intensión de venderme sus falsas promesas de movilidad y éxito.

En ese momento, solo pero acompañado de mi memoria me sorprende viendo como el tiempo pasaba mientras que uno de mis colegas tácitos se vanagloriaba de su posible progreso. Allí me llegó un vago recuerdo, una etérea sensación de lo que pudo haber pasado.

Alguna vez pude soñar el estar sentado pensando junto a esa faraona que dejo caer sus deceso por la fuerza de sus laberínticos malestares, aquella victoria sobre nuestra tierra fértil que hizo marchitar, por la prontitud de nuestro encuentro, toda la felicidad de construir los cimientos de una descendencia mas clara y menos confusa que aquella que lo esta siendo la muestra, esa felicidad de las crías que he podido contemplar al pasar los parques que se encuentran en mi ciudad y con la que me he de alegrar.

En ese preciso instante pude reconocer que mi vida ha estado llena de victorias, no las victorias que usted se pude imaginar, las victorias que un enfermo de un cáncer terminal nunca se imaginaria lograr. Es decir, del logro del recuperarse de algo que parecía interminable. Esas victorias que no se resaltan como lo hacen cuando con las medallas olímpicas conmemoran a un atleta. Las victorias móviles de un corazón fracturado que por primera vez, logra ver como su esencia se empieza a recuperar. Esa victoria que se muestra como un avance, pero que en realidad es tan solo el sabor amargo de ese medicamento que se toma para no sucumbir ante el agotamiento de la ausencia de lo que alguna vez fue el místico consejo dormido del amor.

Desafortunadamente allí se gestaba el engaño. Esa sensación de futuro que es producto de la ausencia de aquella faraona que en su sarcófago móvil y poco rígido se encuentra. Aquella sensación me generó in mareo inusual, me confundió, me trunco y me despedazó; eso ocasión que la idea de recuperar los afectos que algún vez pude sentir por ella, fuera posible.

Mentira, engaño, fantasía y un poco de cinismo. Eso fue lo que puede articular al re pensar y al amarrar mi rencor con las costras que se han generado por dejar de  sentir. Pero cómo? como pude dejar de sentir? Esa pregunta es muy sencilla de responder, se responde con tan facilidad como lo hace un infante al responder como una flor toca su emoción.

Porque si, porque si es posible vivir después de la muerte, deceso  ocasionado por el veneno que no se puede extinguir, y que por lo mismo se ha marcado en el órgano palpitante que todo mamífero puede tener. Y allí esta ese mismo veneno placentero que me tiene relatando las historias tatuadas en el pasado. Aquí es donde se encuentra el sinsabor del desamor llevado por la inmediatez y la ausencia de pericia en las relaciones interpersonales. Aquí y allá, en ese momento atemporal que dice y no dice. Ahora y antes, en ese y este tiempo que todo lo puede y nada logra. Por eso pude ver como me encontraba engañado por el paso cronométrico de los minutos, segundos, horas, días y años.

Fue ese veneno el que hizo del pasado un ser engañoso y ausente, un ser que la ver la victoria que se esta percibiendo por medio de la realidad de mi compañero, se sienta como si fuera mas valiente que lo fui yo.

Que bueno es saber, conocer y atesorar ese recuerdo de aquella hechicera que al convertirse en faraona y luego desertora, ha dejado en mi. Ese recuero  tan vivido como lo fue su presencia, esa representación interna de la vida y la luz, esa maravillosa parte de mi historia.

Aquella parte que al buscar encadenar y sumir debajo de centenas de litros de mercurio, con los que pensé que todo eso se encontraba clausurado debajo de esas lapidas tapadas por las decisiones de sus errores, se había desenterrado para mostrarme que el sentir no se podía evitar sólo anestesiar. Esos mismos líquidos pusieron fin a la continuidad juntos, lo hicieron ese mes quinto del año de la treceava vuelta al sol después del segundo milenio del calendario solar después de la época del sacrifico del ser emblemático de occidente. Paradójicamente eso también  me dejo continuar con la vida cotidiana.

Al verme vagando en mis pensamiento identifiqué el engaño que recibí, entendí que no era nada más que ese pequeño suspiro que me decía “sigue”. Era tan solo la forma de hacer de mi presente, un oasis simple y atractivo. Pero mi deseo insaciable despertó al ver que mi actual ser no era ni menos complejo, ni más atractivo; por consiguiente, este enredo, así como la poción que de sus fluidos mi cuerpo absorbió, se mantiene presente. (Finguerling, 2017)