miércoles, 18 de septiembre de 2013

La noche de los arroyos arremolinados




Un par de días después de haber sido liberado del enclaustrante encierro que me tenia ese sitio oscuro y medicamente insano, tuve la oportunidad de salir; me di el permiso de caminar fuera de esa cotidianidad infortuita en la que me incursioné como producto de mi anterior deceso. Proseguí sin rumbo alguno y sin ninguna intensión evidente. Las calles parecían extrañas, pero en el fondo sabia que antes las había recorrido con o sin esperanza.
Un par de pasos y de intrincadas calles bañadas por el desasosiego del clima, frené por el llamado del destino. Metí la mano en mi bolsillo y tomé el teléfono que allí se encontraba. Observé en un mensaje las lineas de una doncella que se manifestaba después de haberse enterado que me encontraba cercano a ella. Leí su amable intención de encontrarnos para compartir un tiempo y un lugar; nada especial tengo que admitir, era tan sólo una excusa mas para seguir transitando. Así mismo, como lo fue el comunicado que recibí, accedí a nuestro encuentro.
Regresé a mi morada repetidamente pasajera, me quité los despojos de la inanición y me incursioné en la búsqueda del lugar de nuestro encuentro. El camino se cerraba frente al carruaje que había tomado, todo me decía, incluso el cochero que guía los caballos que nos transportaban, que no prosiguiera. Pero mi ímpetu y mi característica terquedad nos convenció a todos para que siguiéramos adelante. Por lo que le indique seguir, no importaba nada mas, todo lo que quería era volver a sentir el extaciante aroma de una musa efímera o constante; era como si dentro de mi se hubiera gestado la posibilidad de una nueva posibilidad con la cual abatir mis alas regeneradas y mejoradas, era casi como si me hubieran contratado para un nuevo trabajo.
Paso un corto tiempo antes de encontrarme frente a una barrera móvil, imponente y aparentemente intransitable, dudamos en continuar, nos lo preguntamos el cochero y yo, pensé en decirle que desistiera de alcanzar nuestro destino. Pero las punzadas que en mi piel retumbaban me animaron a continuar, por lo que a regañadientes pude lograr mi destino.
Una vez mas próximo a ella, pero igualmente lejano a nuestro encuentro, se atrevió a salir, indicó el destino de mi carruaje y al bajarme me recibió con una sonrisa y un sedoso abrazo. Ingresamos en el sitio, estaba casi desolado, con una luz rojiza tenue y el ruido del exterior que armonizaba el ambiente. Ella estaba particularmente atractiva, se encontraba vestida con una vaporosa camisa que le descubría sus sutilmente alargados brazos y tenia un corto retazo de tela que permitía al publico, incluyéndome a mi, deleitar la exuberancias de sus contorneadas piernas; su pelo se dejaba caer con naturalidad, la forma de su rostro se manifestaba con mas alegría y espontaneidad que nunca; yo sabia que se sentía en su territorio.
Sus ojos, oh! que ojos, ese par de precisos cristales de calvaban sin intención dentro de mi y me hacían sentir la gloria fantasea del ladrón que por sus medios le había arrebatado el tesoro mas preciado a las arenas de un desierto hostil, desconocido y completamente impensable; pero ella no se conformaba con eso. Exponía ante mi un par de pómulos rozagantes no solo por el color del maquillaje que llevaba puesto. Además de eso, y para dejar de alagar su contextura física, tenia un par de labios sutilmente bañados por un rosa profundo que magnetizaba mi mirada. No pensé encontrarla tan atractiva y tranquilamente seductora. 
Nos quedamos hablando por unas varias decenas de minutos, ella, yo; y ojala que estuviéramos tan solo los dos, pero estábamos con una amiga suya. No me molesto la presencia de alguien mas, mas bien complementó el momento. Así pasamos mucho tiempo hasta que después de cambiar de sitio, nos decidimos los tres a buscar un nuevo lugar en el cual continuar la noche. 
Pasamos a nuevas sillas, con otro ambiente, seguimos compartiendo, me sentía ligeramente incomodo y fuertemente seguro; sabia que era una noche en la que haría todo para ocuparme de pasarla bien. Así fue, la pase fenomenalmente, seguramente nadie podrá imaginar la gloria que logré percibir con todos mis sentidos.
Antes de partir, ese clima que antes había dificultado mi encuentro, fue el mismo que sin saber, propició que mi danza o mejor dicho, nuestra danza, se prolongara lo suficiente para que seguramente en la cabeza deseosa de oportunidades y fantasiosa de situaciones no presentes, nos planteara la idea a los dos de una posibilidad de acompañamiento, tal vez inicialmente erótico, o posiblemente, fuertemente afectivo. Eso no me afana y mucho menos es mi objetivo.
Así como llego esta experiencia, termino, pero no lo hizo sin antes descifrarme una nueva posibilidad de encuentro. Quedamos en vernos después de ver caer el sol de un nuevo día. Puede que eso ocurra como puede que no, no importa, no me importa; tan solo me siento momentáneamente completo por lo hoy vivido. (Finguerling, 2013)