viernes, 7 de septiembre de 2018
Cristiana lejana y cercana crucifijo lunar
Dentro de la ridícula expresión errática del sentimiento vanagloriado de la humanidad se presentó esa nota sagrada que hace vibrar los nervios del Dios mas concreto y rígido que alguna vez pudo existir.
En ese infimo momento mortal que con todo lo siguiente se transformo en un recuerdo calcinante que acaba con aaa ápice del sentimiento terrenal, partio ella hacia su tierra laberíntica y errática.
Aquel deidad se vio preso del dolor, no pudo aportar la perdida que le implicaba la ausencia de esa gaviota que lo había tocado por un corto lapso de su inmortal vida sentimental. Él trato recomponerse, buscó resarcir su existencia y retomar las practicas saludables que lo llevaron a poder acariciar con amabilidad y sin rencor, las botas de los titanes que han sustentado la comprensión de la magnifica luz que promueve el conocimiento de la especie dominante de este planeta.
se despojo de su calidad de deidad, lo hizo con la humilde intención de conocer como viven los mortales.En ese momento pensó: -dichosos los mortales, porque pueden morir en su dolor o en su gloria, pero pueden morir. - Ese pensamiento que no le daría mayor respuesta le sirvió de bastión para seguir avanzando en su cruzada interna, le permitió comprender la tan simple enseñanza de la temporalidad.
Tumbado en el desierto de sus pensamientos y de la ausencia de sus sentimientos logró recapacitar, recolectarse con lo que tenia que hacer. Se levantó y logró ponerse mediante de pie.
Ese deidad se encontraba lacerado, lastimado y sin la fuerza majestuosa que antes le permitía luchar contra viento y marea. Se dio cuenta que estaba solo, y solo tendría que completar su misión.
En ese punto se preguntó: -¿cual es mi misión?- Con las primeras lagrimas, desde hace muchas censuras, en sus ojos, se vio desvalido, se sintió ausente de sus poderes. Eso lo hizo y lo hará marcar en su piel emocional, atreverse a retratar el recuerdo de aquella flor extranjera que le procuro la idea de sentirse mortal.
Siguió caminando, soñando o tal vez alucinando. Se dejó morir en ese intento de recuperar a esa sensación casi sublime que le propicio la compañía de esa gacela pasajera. en ese momento se pregunto el porque de la fuerza que le implicó la llegada de ella. La respuesta no se demoro en llegar, era simple, sencilla y tranquilamente amorosa. Le permitió sentirse nuevamente libre y comprendido; le implicó el permitirse confesarte, desudarse ante la corte de los supremos, le dio la potestad de mostrarse vulnerable. Sobre todo le permito mostrar lo mejor de su ser.
En eso, en el caminar incansable, se dio cuenta que su corazón se encontraba preso; estaba condenado por las cadenas de su decisión. Estaban tanto él como su corazón encerrado en la melancolía de su búsqueda.
Fue allí, en ese mismo instante que se permitió mirar para arriba. Que tan agradable sorpresa la que se llevó cuando vio ese astro que elpiticamente circundaba la tierra por la que estaba transitando.
Se tumbo nuevamente en las arenas sutiles y cómodas que yacían bajo sus pies, se dejo caer y pensar que se hizo persa del abuso de la novedad, y menos mal. Esto lo llevo a comprender que esa creyente del cristo llegó a su vida para mostrarle que la vida no es una suma de momentos, sino más bien, es el poder comprender como el dolor que se siente es la esencia necesaria con la que se alcanza a la luna.
Ese deidad no volvera a ser aquel Dios, no recuperará sus facultades limpias de la corrupción emocional que gestó a la humanidad. Será parte de ella, Lo hará con orgullo y con dolor, porque seguirá tendiendo esperanza, amor y también un roto corazón; porque confiará en la confección de aquellos que fisgaran sacar lo mejor de él.
Y en eso, tratando de hacer una confección ante sus patriarcales dioces hizo una confección errática: -yo voy a hacer lo mejor que pueda para alcanzar a esa representación humana y lejana del amor lunar que pude sentir con esa emisaria Cristiana que estuvo tan cerca de mi como lo está tan lejos de la luna.- (Finguerling 2018)
jueves, 5 de julio de 2018
Del Dolor de Patria, de de Contine y De Mundo
Me encontraba celebrando en un honomastico mas de la mujer que me permitió estar entre todos ustedes, cuando de repente me ataco el simple acto de comunicarme nuevamente con mis colegas de afecto y profesión. Joder!, que sorpresa tan grande la que me lleve al escucharlos acongojados, nostálgicos y angustiados por las vicisitudes que les ha propiciado la fortuita vida. En sus voces pude notar la desesperación que llega con la impotencia del saber que no hay mucho que con sus actos puedan lograr para cambiar el destino de sus allegados.
Los escuche mientras me dispuse a ingerir las medicinas que sin receta me han llevado a la posibilidad de interpretar al mundo de la manera escueta pero acertada que se ha vuelto mi herramienta fundamental de vida. Todos tres estaban confundidos, erráticos, molestos y dolidos. Sus palabras reflejaban la flaca de integridad que yacía en sus seres. Cada uno de ellos se debatía entre la necesidad de continuar con su vida y la desazón que sus dolores le implicaba. Joder! que momento tan difícil el que estaban pasando.
Con mis palabras tan solo buscaba reconfortar sus dolientes almas y mostrarles que mi impotencia era tan grande como las ellas mismas, pero todo esto mientras les manifestaba el deseo de poder apoyarlos con lo que en mi habita; esa virtud heroica que me complementa al mismo tiempo que me limita.
Una vez terminada cada una de esas erráticas comunicaciones, no tuve un mejor destino que el de encontrarme con una nueva tragedia. joder! Una más global y masiva; una desafortunada realidad que ha acompañado a la humanidad y que por la forma en la que he destinado mi vida no me había permitido contemplar.
Me quedé con el dolor, el desgarro gutural que enmarca la intención continua de tratar de toser para erradicar a un malestar que no quiere, y que no saldrá fácilmente de nuestro ser.
En ese mismo instante, una palabra que hacia tiempo había conocido llegó a mi; y lo hizo por medio de un comunicado claro, preciso y conciso. Se me volvió a presentar el tan adecuado termino de la "aporofobia".
La lluvia no se hizo esperar, tal vez sea esa causal coincidencia que me lleva a retratar lo que en mi vida ha sido significativo.
¿Pero qué es la aporofobia? Es la forma de nombrar un acto humano desastroso. Es la manera en la que los demonios del temor a lo diferente se han hecho manifiesto en la actualidad. Es la cruel estrategia con la que la angustia se ha mostrado para tratar de acabar con el miedo que representa el riesgo de perder lo que se posee.
Esa tan importante palabra viene de dos términos griegos. "άπορος", el primero que significa pobre, indigente o desvalido. Y el segundo, "φοβία" que significa fobia; en otras palabras un temor intenso e irracional frente a algo.
La aporofobia llego nuevamente a mi, de forma paradójica, para resonar con esa maravillosa intención que me llevo a buscar la justicia y el bienestar que quienes tocan a mi puerta emocional y laboral. Me puso a pensar en la situación de cada uno de los seres humanos que existimos en este tan maravilloso terreno que llamamos planeta. Y lo hizo con una muy sencilla pregunta. ¿Qué es ser pobre, indigente o desvalido?
Puede que eso sea una muy sutil condición humana. Mis colegas, así como yo, somos pobres, ingentes y desvalidos de muchas condiciones. A lo mejor, si se ponen a pensar, todo lo somos. Ellos lo son por las condiciones que enmarcan el presente de sus vidas. Son pobres de los recursos necesarios para cambiar su presente, yo lo soy para hacer lo mismo con la mía aunque lo siga intentando. Son indigentes de la tierra que tenían antes de enfrentarse al destierro que el destino les propuso, como lo soy yo ante la culminación de mi ultimo contrato. Y están desvalidos de la posibilidad de hacer algo diferente a seguir viviendo porque saben que aunque tenga toda la energía para que sus dolores desaparezcan, no lo van a lograr; así como yo estoy desvalido de la posibilidad de retomar el contrato que me visto en la necesidad de dejar partir.
Si seguimos en este camino de ideas podríamos decir que los problemas se solucionarían con un poco más de recursos, pero eso es tan solo la mirada superflua de la vida. Hoy no existen y, no van a existir los recursos necesarios para alejar a la muerte, como tampoco lo van a existir para deshacer el pasado, o para recobrar el amor perdido. Fisicamente hablando, nadie se podrá volver a bañar en el mismo río de la vida, pues ese río no es ahora, como siempre no lo será; porque tan solo será diferente.
Es nuestra labor, la de todos los presentes, no dejarnos atrapar de la angustia, no permitirnos el fácil proceso de desechar lo que es distinto a nosotros. Allí está la mejor forma de preservar nuestra inconclusa humanidad. Está en aceptar que todos y cada uno de nosotros somos tan capaces y tan fugaces, pero sobre todo, que ninguno de nosotros somos una sola parte de la masa destructiva y ya extinta; esa masa que se atreve de nombrar como la raza dominante de este tan sublime pedazo de universo que se llama Tierra.
MIs colegas, y yo, nos encargaremos de lo propio; seremos tan íntegros y tan éticos en mostrarle al mundo mientras nos permitan nuestros seres finitos, que la humanidad que se permita tocarnos, es fundamental. Nos permitiremos el heterogéneo arte de mostrarle lo importante que es el luchar por la esencia de la maravillosa y tan corrupta humanidad. (Finguerling, 2018)
lunes, 18 de junio de 2018
Homenaje a la represente del continente de antaño
Hace mucho tiempo que
no me permitía retomar esta buena costumbre de retratar los casos que a mi
despacho han llegado. Había dejado de lado esta parte de mi porque me había
centrado en el quehacer cotidiano y me tenia atrapar por la magia del placer
terrenal. Pero ahora con el despertar de mis emociones de forma potente y
masiva, pude recordar mi deber con mi intimidad y mi sociedad. Es por esto que
gracias a la oportunidad de poder volver a trabajar en el sentir genuino y
real, me ha llegado la vitalidad necesaria para volver a retratar.
Era una mañana del
segundo mes del presente año, una mañana que prometía ser como las muchas otras
en el lugar de trabajo al que me vi obligado a tomar por las exigencias
económicas de mi vida, una mañana que no he de olvidar; esa mañana en la que la
energía que yacía en mi se volvería a reactivar.
No eran más de las
diez de la mañana cuando se apareció sin esperarlo ni buscarlo una particular
mujer, una mujer que había llegado para aprender de forma artesanal el
ejercicio del quehacer de aquellos que son como yo. Esa joven mujer deslumbrada
por la novedad se curso con mi camino y como buen anfitrión, la salude sin
titubear.
Para el momento del
saludo con esta fortuita y gloriosa mujer, me encontraba debatiéndome en
una labor que llevaba mas de ocho meses tratando de resolver, una de las pocas
labores que no pude llevar a un feliz termino y por eso mismo, por el esfuerzo
intelectual y emocional que me implicaba, no presté mucha atención a la fuerza
de su aparición. Le di la bienvenida tradicional con la misma cordialidad y con
el mismo trato aséptico que he tenido con aquellas personas que he aprendido a
aceptar, sobre todo cuando estas se presentan para aprender de lo que me he
vuelto experto en desarrollar.
Pasaron un par de
semanas en las que la veía transitar entre mis colegas sin mayor novedad. No me
percataba de su presencia ni de su ausencia, ella estaba tan fantasmagórica
para mi, de la misma manera que yo no me percataba que yo era sutilmente
presente para ella. Pero llegó un evento al que tenia destinado ir con mis
colegas sinceras de afecto, un evento que cambió por completo el rumbo de
nuestra historia.
A aquel evento, me vi
en la necesidad de asistir solo, mis colegas se encargaron de sus asuntos y me
dejaron abandonado, afortunadamente. Estaba allí un poco extasiado por la
posibilidad de sentirme parte de un gremio que no compartía ni mi lengua ni mis
pasiones. Ya cansado de no poder compartir mis experiencias o mis
comentarios espontáneos tomé la decisión de contactarme con la responsable del
contrato actual, me dispuse a salir y seguir trabajando en lo que ya me había
comprometido, pero después de preparar mi salida sin mucho escándalo, entre la
multitud que intempestivamente se había unido apareció ella. Nos miramos
a la distancia, pude ver sus ojos y el movimiento vital de sus pobladas dejas
mientras que su esbelta mano se alzaba para saludarme. Yo la salude de regreso
con el mismo gesto. Los dos nos fuimos acercando esquivando los cuerpos
calurosos de los asistentes y una vez que estuvimos frente a frente nuestras
mejillas se junaron como muestra del saludo habitual entre dos adultos que se
acababan de encontrar.
Tan solo fueron
necesarias un par de copas para que la conversación nos hipnotizara y nos
atrapara en un limbo armónico que se alimentaba de nuestras expresiones y nuestras
espontaneas risas. No tuve claro en ese momento que era lo que a Ella le
parecía tan agradable de mi compañía, no sabia bien si eran las opiniones
sutiles que con el mayor respeto hacia frente a las historias que me contaba de
su vida, si era la facilidad de comunicarnos en un idioma que no representara
un esfuerzo para cada uno de nosotros, o si eran las propuestas ingenuas que le
hacia; propuestas con las que le presentaba la invitación de contar con mi
experiencia y así acompañarla en lo que estaba viviendo actualmente en su
realidad.
Unas horas más tarde,
embriagado con su hipnotizaste risa y con su aroma, me sorprendí vi preso,
atrapado y plácidamente acorralado por su presencia. Eso llevó a que me fijara
inevitablemente en las cautivadoras promociones de su cuerpo, a calcular la
frecuencia con la que fugazmente me tocaba para hacer énfasis en alguna
situación de sus historias. Mi corazón comenzó a latir con mucha fuerza y a un
ritmo que distraía mi mente y me alejaba un poco de la ilación de sus
historias. Quería acercarme más a ella, proponerle establecer un contrato y con
este re editar sus dolores y alegrías; pero nos vimos en la urinaria obligación
de hacer una pausa, de separarnos y de ir a atender las necesidades
fisiológicas naturales de dos cuerpos que habían pasado unas cuantas horas
mojando la palabra con el amarillento liquido fermentado del lúpulo y la
cebada.
En esa pausa además de
hacer lo correspondiente, me puse nuevamente en contacto con la encargada del
contrato en curso, le dije que no iba a ser posible que nos encontráramos esa
noche, y por ende que tendríamos que retomar la labor algunos días después. No
me sentí del todo bien con esa decisión, pero había algo dentro de mi que sabia
que si me retiraba del sitio en el que me encontraba, no iba a hacer otra cosa
que pensar en las posibilidades de la continuación de esa fantástica
conversación, y de las exitosas formas con las que podría terminar aquella
noche irracional.
Así pues, la noche
continuó, la busque nuevamente entre la multitud que ya se encontraba fraguada
por la cantidad de productos alcohólicos que se habían destinado para ese
evento. La encontré en compañía de un sujeto singular que mostraba
desprevenidamente toda su intención y toda su necesidad de compañía y afecto;
Ella me miró con asombro y con una expresión que yo interpreté como una señal
de ayuda. Fui a su “rescate”, la
tomé de su mano y con una frase galante de dije a aquel sujeto que había
quedado con ella de bailar la siguiente canción. Ella sonrientemente aceptó el
impulsivo gesto de salvación innecesaria y fue conmigo a bailar. En medio del
baile improvisado me confirmo el error en el que había caído, me dijo que no
era necesario que la salvara de nada pero que agradecía la imprudencia de mi
actuar, terminó la canción y continuamos hablando. Así se nos agotó la noche,
entre interrupciones y retomas, entre salvadas y recapturas, entre acercarnos y
alejarnos. A portas de la madrugada, casi tan intempestivamente como lo fue ese
primer rescate que surgió de mi ser, Ella salió despavorida del recinto
adjudicando su huida triunfal a la saturación del afecto que ese sujeto
desmedido le había expresado. Me dijo que no había sido mi culpa y que tampoco
esperaba que la acompañara a su destino, acepté su explicación y su limite. Me
quedé contemplando su recuerdo y unos minutos después también opté por dejar el
lugar justo antes que el sol se asomara entre las montañas que rodean la ciudad
en la que nos encontramos.
Las noches y los días
no se hicieron esperar, nos veíamos en el lugar de la labor y nos acompañábamos
a disfrutar de la comida que se acostumbraba con la llegada de la tarde. Hice
un contrato tácito con ella. Esa mujer rebosante de vida y de alegría no sabia
que dentro de mi ya estaba claro lo que tenia que hacer y como quería llevar
ese contrato que estaba en curso. El problema radicaba en que ya tenia otro
contrato y no había encontrado la forma de terminarlo, no sabia si podría
destinar mis esfuerzos a llevar dos casos al mismo tiempo, así como tampoco
tenia nada claro como hacer para que la inversión energética y sensorial que
era requerida para cada uno de estos, entrara en competencia. No podía
dejar de pensar en ella, me era imposible concentrarme en el contrato previo
pero sería injusto atribuirle esta imposibilidad a la aparición de aquella
inocente mujer. Ya era una realidad que la encomienda que representaba el
contrato anterior se estaba extinguiendo, lo había estado haciendo hacía unos
largos meses y no me quedaba energía para seguir invirtiendo en esto. Así pues
tomé la decisión de presentarme con ella y decirle que había establecido un
contrato, de mostrarle que tenia toda la intención de estar allí para lo que le
fuera agradable y útil. Con el corazón en la mano y en su lugar un papel que tenia
como objetivo el de ser el contenedor del numero de contacto de ella, me
acerqué y le pedí esa identificación numérica propia a cada línea telefónica.
Sin titubear pero tampoco sin hacer uso de aquel papelito, me dio su numero de
teléfono y anotó en la agenda del mío.
Con el dato esencial
de su contacto telefónico, después de un par de conversaciones aceleradas
llegue a su morada, le pedí que bajara para sellar el contrato con la tinta de
nuestros labios. Lo hizo, bajó, y no sin antes confirmar la fidelidad de mis
palabras, se acercó a mi para manifestar su intención de iniciar el contrato
mientras que yo hacia lo propio para expresarle mi interés en el mismo. No
mucho tiempo después salió a conocer un país cercano, dejando en mi mente la
tonalidad armónica de su asentó y la alegría de su juvenil rostro para que
alimentara mi corazón y pudiera soportar el tiempo de su ausencia. Utilicé este
tiempo en el que se encontraba distante para dar por terminado el contrato
anterior, y así sin más demora, centrarme en el que con ella quería tener.
Con la caída del sol
del segundo día después del retorno de aquella mujer a la ciudad, y detrás de
una de esas ventanas cubiertas por las cortinas del edifico donde vivía, nos
dimos la posibilidad de manifestar la muestra emocional con la complacencia
formal. Allí, me encontraba
cuidando de ella, curándole las heridas que le dejaron los invasores minúsculos
que trató de evitar en esa travesía andina de la que no hacia mucho acaba de
retornar. Fue allí, en aquel momento, cuando ratificamos ese contrato mutuo con
un acto sincrónico de suspiros y palabras que sin decirlas ni firmarlas, nos
permitió trenzar los hilos con los que nuestras voluntades se habrían de
entregar.
Luego, llegó el
momento de re-conocer como era el alma de aquella extaciante mujer, partiendo a
un viaje intimo que prometía estar lleno de sensibles historias y relatos.
Aquel día, con el corazón en la boca, acongojado por la virosis que me había
atrapado, llegué al punto de encuentro que habíamos acordado con ella. Se subió
a mi coche, y partimos a un destino mágico y desértico que nos permitió soñar,
vivir e improvisar. Fue una aventura que por la riqueza de sus escenarios y
emociones seguramente tendrá una sola historia que retrataré luego.
Así también lo haré
para la desventura de la ultima noche en la que pude acompañar la vida de
aquella exótica flor que emitía una maravillosa energía color burdeo.
Sin pensarlo ni
buscarlo, la historia de este caso, me llevó a escribir casi a mis treinta y
dos, como si lo sintiera con los mismos veintitrés que llevo en mi interior;
mismos que también posee esa gloriosa medio germánica y medio ibérica mujer.
De la fuerza interna,
de esa carga energética que me ha dejado la presencia de ella en mi vida, es
que e invertido los Joules de energía emocional que me implican este reporte.
No se cuanto tiempo más me ha de quedar la misma energía, no tengo claro la medida
temporal con la que seguiré alimentándome de esta hermosa luz noble y
espontánea que ha quedado en mi, energía que me he apropiado de la que posee
ella. Lo que si se, es que su presencia en mi vida no ha pasado en vano, no lo
ha hecho por una muy sencilla razón, me hizo volver a creer en la posibilidad
de encontrar ese contrato constante y espontaneo que dejé adormilar por el
dolor del pasado.
Ella me mostró la
belleza que en la naturalidad del contacto, se puede transformar en vitalidad y
en el amar. Lo hizo desde el principio y lo mantuvo con la corta frase que sin
saberlo voy a guardar en lo mas profundo de mi ser, y que posiblemente va a
estar marcada en mi piel con un símbolo que ha de representar eso que en su
tierna voz me manifestó; esa armazón de palabras que pronunció con ilusión y
sincera subjetividad: "yo lo quiero todo contigo". (Finguerling.
2018)
sábado, 9 de junio de 2018
El mercurio de la Faraona
Estaba nuevamente acompañado del consejero de las pasiones, recordando la ganancia de mis últimos descubrimientos, sentado allí en mi despacho, abrasado por el calor del extaciante aroma de la ultima mujer que se sentó en frente de mi con la intensión de venderme sus falsas promesas de movilidad y éxito.
En ese momento, solo pero acompañado de mi memoria me sorprende viendo como el tiempo pasaba mientras que uno de mis colegas
tácitos se vanagloriaba de su posible progreso. Allí me llegó un vago recuerdo, una
etérea sensación de lo que pudo haber pasado.
Alguna vez pude soñar el estar sentado pensando junto a esa faraona que dejo caer sus deceso por la fuerza de sus laberínticos malestares, aquella victoria sobre nuestra tierra fértil que hizo marchitar, por la prontitud de nuestro encuentro, toda la felicidad de construir los cimientos de una descendencia mas clara y menos confusa que aquella que lo esta siendo la muestra, esa felicidad de las crías que he podido contemplar al pasar los parques que se encuentran en mi ciudad y con la que me he de alegrar.
Alguna vez pude soñar el estar sentado pensando junto a esa faraona que dejo caer sus deceso por la fuerza de sus laberínticos malestares, aquella victoria sobre nuestra tierra fértil que hizo marchitar, por la prontitud de nuestro encuentro, toda la felicidad de construir los cimientos de una descendencia mas clara y menos confusa que aquella que lo esta siendo la muestra, esa felicidad de las crías que he podido contemplar al pasar los parques que se encuentran en mi ciudad y con la que me he de alegrar.
En ese preciso instante pude reconocer que mi vida ha estado
llena de victorias, no las victorias que usted se pude imaginar, las victorias
que un enfermo de un cáncer terminal nunca se imaginaria lograr. Es decir, del
logro del recuperarse de algo que parecía interminable. Esas victorias que no se
resaltan como lo hacen cuando con las medallas olímpicas conmemoran a un
atleta. Las victorias móviles de un corazón fracturado que por primera vez,
logra ver como su esencia se empieza a recuperar. Esa victoria que se muestra
como un avance, pero que en realidad es tan solo el sabor amargo de ese
medicamento que se toma para no sucumbir ante el agotamiento de la ausencia de
lo que alguna vez fue el místico consejo dormido del amor.
Desafortunadamente allí se gestaba el engaño. Esa sensación
de futuro que es producto de la ausencia de aquella faraona que en su sarcófago
móvil y poco rígido se encuentra. Aquella sensación me generó in mareo inusual, me confundió, me trunco y me
despedazó; eso ocasión que la idea de recuperar los afectos que algún vez pude
sentir por ella, fuera posible.
Mentira, engaño, fantasía y un poco de cinismo. Eso fue lo
que puede articular al re pensar y al amarrar mi rencor con las costras que se
han generado por dejar de sentir. Pero
cómo? como pude dejar de sentir? Esa pregunta es muy sencilla de responder, se
responde con tan facilidad como lo hace un infante al responder como una flor
toca su emoción.
Porque si, porque si es posible vivir después de la muerte, deceso ocasionado por el veneno que no se puede extinguir, y que por lo mismo se ha
marcado en el órgano palpitante que todo mamífero puede tener. Y allí esta ese mismo veneno placentero que
me tiene relatando las historias tatuadas en el pasado. Aquí es donde se
encuentra el sinsabor del desamor llevado por la inmediatez y la ausencia de
pericia en las relaciones interpersonales. Aquí y allá, en ese momento atemporal que dice y no dice. Ahora y antes, en ese y este tiempo que todo lo
puede y nada logra. Por eso pude ver como me encontraba engañado por el paso
cronométrico de los minutos, segundos, horas, días y años.
Fue ese veneno el que hizo del pasado un ser engañoso y
ausente, un ser que la ver la victoria que se esta percibiendo por medio de la
realidad de mi compañero, se sienta como
si fuera mas valiente que lo fui yo.
Que bueno es saber, conocer y atesorar ese recuerdo de aquella hechicera que al convertirse en faraona y luego desertora, ha dejado en mi. Ese recuero tan vivido como lo fue su presencia, esa representación interna de la vida y la luz, esa maravillosa parte de mi historia.
Aquella parte que al buscar encadenar y sumir debajo de centenas de litros de mercurio, con los que pensé que todo eso se encontraba clausurado debajo de esas lapidas tapadas por las decisiones de sus errores, se había desenterrado para mostrarme que el sentir no se podía evitar sólo anestesiar. Esos mismos líquidos pusieron fin a la continuidad juntos, lo hicieron ese mes quinto del año de la treceava vuelta al sol después del segundo milenio del calendario solar después de la época del sacrifico del ser emblemático de occidente. Paradójicamente eso también me dejo continuar con la vida cotidiana.
Al verme vagando en mis pensamiento identifiqué el engaño que recibí, entendí que no era nada más que ese pequeño suspiro que me decía “sigue”. Era tan solo la forma de hacer de mi presente, un oasis simple y atractivo. Pero mi deseo insaciable despertó al ver que mi actual ser no era ni menos complejo, ni más atractivo; por consiguiente, este enredo, así como la poción que de sus fluidos mi cuerpo absorbió, se mantiene presente. (Finguerling, 2017)
Que bueno es saber, conocer y atesorar ese recuerdo de aquella hechicera que al convertirse en faraona y luego desertora, ha dejado en mi. Ese recuero tan vivido como lo fue su presencia, esa representación interna de la vida y la luz, esa maravillosa parte de mi historia.
Aquella parte que al buscar encadenar y sumir debajo de centenas de litros de mercurio, con los que pensé que todo eso se encontraba clausurado debajo de esas lapidas tapadas por las decisiones de sus errores, se había desenterrado para mostrarme que el sentir no se podía evitar sólo anestesiar. Esos mismos líquidos pusieron fin a la continuidad juntos, lo hicieron ese mes quinto del año de la treceava vuelta al sol después del segundo milenio del calendario solar después de la época del sacrifico del ser emblemático de occidente. Paradójicamente eso también me dejo continuar con la vida cotidiana.
Al verme vagando en mis pensamiento identifiqué el engaño que recibí, entendí que no era nada más que ese pequeño suspiro que me decía “sigue”. Era tan solo la forma de hacer de mi presente, un oasis simple y atractivo. Pero mi deseo insaciable despertó al ver que mi actual ser no era ni menos complejo, ni más atractivo; por consiguiente, este enredo, así como la poción que de sus fluidos mi cuerpo absorbió, se mantiene presente. (Finguerling, 2017)
Suscribirse a:
Entradas (Atom)