viernes, 7 de septiembre de 2018

Cristiana lejana y cercana crucifijo lunar






Dentro de la ridícula expresión errática del sentimiento vanagloriado de la humanidad se presentó esa nota sagrada que hace vibrar los nervios del Dios mas concreto y rígido que alguna vez pudo existir.

En ese infimo momento mortal que con todo lo siguiente se transformo en un recuerdo calcinante que acaba con aaa ápice del sentimiento terrenal, partio ella hacia su tierra laberíntica y errática.

Aquel deidad se vio preso del dolor, no pudo aportar la perdida que le implicaba la ausencia de esa gaviota que lo había tocado por un corto lapso de su inmortal vida sentimental. Él trato recomponerse, buscó resarcir su existencia y retomar las practicas saludables que lo llevaron a poder acariciar con amabilidad y sin rencor, las botas de los titanes que han sustentado la comprensión de la magnifica luz que promueve el conocimiento de la especie dominante de este planeta.

se despojo de su calidad de deidad, lo hizo con la humilde intención de conocer como viven los mortales.En ese momento pensó: -dichosos los mortales, porque pueden morir en su dolor o en su gloria, pero pueden morir. - Ese pensamiento que no le daría mayor respuesta le sirvió de bastión para seguir avanzando en su cruzada interna, le permitió comprender la tan simple enseñanza de la temporalidad.

Tumbado en el desierto de sus pensamientos y de la ausencia de sus sentimientos logró recapacitar, recolectarse con lo que tenia que hacer. Se levantó y logró ponerse mediante de pie.

Ese deidad se encontraba lacerado, lastimado y sin la fuerza majestuosa que antes le permitía luchar contra viento y marea. Se dio cuenta que estaba solo, y solo tendría que completar su misión.

En ese punto se preguntó: -¿cual es mi misión?- Con las primeras lagrimas, desde hace muchas censuras, en sus ojos, se vio desvalido, se sintió ausente de sus poderes. Eso lo hizo y lo hará marcar en su piel emocional, atreverse a retratar el recuerdo de aquella flor extranjera que le procuro la idea de sentirse mortal.

Siguió caminando, soñando o tal vez alucinando. Se dejó morir en ese intento de recuperar a esa sensación casi sublime que le propicio la compañía de esa gacela pasajera. en ese momento se pregunto el porque de la fuerza que le implicó la llegada de ella. La respuesta no se demoro en llegar, era simple, sencilla y tranquilamente amorosa. Le permitió sentirse nuevamente libre y comprendido; le implicó el permitirse confesarte, desudarse ante la corte de los supremos, le dio la potestad de mostrarse vulnerable. Sobre todo le permito mostrar lo mejor de su ser.

En eso, en el caminar incansable, se dio cuenta que su corazón se encontraba preso; estaba condenado por las cadenas de su decisión. Estaban tanto él como su corazón encerrado en la melancolía de su búsqueda.

Fue allí, en ese mismo instante que se permitió mirar para arriba. Que tan agradable sorpresa la que se llevó cuando vio ese astro que elpiticamente circundaba la tierra por la que estaba transitando.

Se tumbo nuevamente en las arenas sutiles y cómodas que yacían bajo sus pies, se dejo caer y pensar que se hizo persa del abuso de la novedad, y menos mal. Esto lo llevo a comprender que  esa creyente del cristo llegó a su vida para mostrarle que la vida no es una suma de momentos, sino más bien, es el poder comprender como el dolor que se siente es la esencia necesaria con la que se alcanza a la luna.

Ese deidad no volvera a ser aquel Dios, no recuperará sus facultades limpias de la corrupción emocional que gestó a la humanidad. Será parte de ella, Lo hará con orgullo y con dolor, porque seguirá tendiendo esperanza, amor y también un roto corazón; porque confiará en la confección de aquellos que fisgaran sacar lo mejor de él.

Y en eso, tratando de hacer una confección ante sus patriarcales dioces hizo una confección errática: -yo voy a hacer lo mejor que pueda para alcanzar a esa representación humana y lejana del amor lunar que pude sentir con esa emisaria Cristiana que estuvo tan cerca de mi como lo está tan lejos de la luna.- (Finguerling 2018)

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