domingo, 11 de octubre de 2020

La vision distorcionada


Una hermosa noche fatídica, en la que se inmortalizaba la partida de la finalización del ultimo caso que he podido asumir, pude ver con poca claridad la ausencia del foco con la que estaba asumiendo ese contrato.

Para ese momento no sabia como poner mis emociones y mis acciones juntas, no sabia como estar armado, pero tenia claro que era mi labor estarlo. Así como lo hice durante las horas presentes.

Sin permitirme el tramar una sola lagrima antes, me puse en el trabajo sincero de mostrarle a ella, el nuevo amor de mi vida, que la quería tanto como para aceptar que su presencia corporal no iba ser tan fuerte, como para permitir que lo había sentido se disolviera. Pero lo hice.

Así fue como llegue a su encuentro. Mi corazón palpitaba intermitentemente, no se apaciguaba con la realidad, pero tampoco se aceleraba con la imagen de su presencia. Fue extraño, fue confuso y poco claro. Quise besarla y lo hice, no recibí el monto energético que esperaba encontrar, no fue feo tampoco; tan solo fue. Ya una vez envarados en el vehículo que nos llevaría al ultimo destino juntos, comprendí que su pensamiento estaba en un lugar muy lejano a aquel se encontraba el mío.

Como lo tenia planeado, le vendé sus maravillosos ojos después de preguntarle nuevamente si confiaba en mi. Ella accedió y no puso mayor resistencia, no era para menos, ya se había dado cuenta que mi presencia no representaría un riesgo; de lo que no se había dado cuenta era que su ausencia para mi representaría un dolor visceral.

Ah, malevolo momento en el que nos despertó mi dolor, esa maldita ausencia de su contacto y de su voz retumbo tan fuertemente que causo una fractura en nuestra relación. Ya era demasiado tarde para echar atrás y tratar de decir y pedir lo que no se dijo y lo que no se hizo, era poco efectivo que el cariño mutuo fuera más fuerte que la zozobra de la distancia que se aproximaba inclemente, y, con la prisa que mataba a los emisarios de la esperanza.

Ella se despertó, me miró y me pregunto que esperan de ella, no supe que decir. Yo tan solo quería que me abrazara y me dijera que no me queda perder. Eso no pasó, me reclamó por la falta de comprensión que tenia con ella, me dijo que si no me había dado cuenta que la había estando llorando entre las paredes. Que triste fue ver que había llorado mucho por la ausencia de los tres y no tanto por la mía.

Lamento mucho haberme comportado tan irracional como lo hice, me arrepiento que muestras ultimas horas estuviesen marcadas por tanta acidez y por tan poca dulzura. Retumban en mi esas palabras que medio cuando en el portal de su morada me expreso: "te desconozco". Me hubiese gustado mucho que fueran palabras de cariño y amor, palabras que hubiesen estado acompañadas de lagrimas significantes. No fue así. Ella me mostró muchas lagrimas desencadenadas por la perdida de aquellos ajenos a mi, que fueron importantes en su transito por estas gloriosas y sufridas tierras, pero nunca lo hizo; nunca me mostró el dolor que le ha podio representar mi perdida. Eso no me ha dejado de doler.

Puede que la distorsión en la visión no fuese producto de ver con poca claridad gracias a no tener los lentes que me habían permitido contemplar la realidad de las circunstancias que atraviesan mi vida.
Así fue la historia, eso fue lo que pasó, esa hermosa y fatídica noche en la que perdí ese maravilloso nuevo y fugaz amor de mi vida.Esa fue la noche y el amanecer que todo terminó con ella. (Finguerling. 2018)



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