Un par de días después de haber sido liberado del
enclaustrante encierro que me tenia ese sitio oscuro y medicamente insano, tuve
la oportunidad de salir; me di el permiso de caminar fuera de esa cotidianidad
infortuita en la que me incursioné como producto de mi anterior deceso. Proseguí
sin rumbo alguno y sin ninguna intensión evidente. Las calles parecían
extrañas, pero en el fondo sabia que antes las había recorrido con o sin
esperanza.
Un par de pasos y de intrincadas calles bañadas por el desasosiego
del clima, frené por el llamado del destino. Metí la mano en mi bolsillo y tomé
el teléfono que allí se encontraba. Observé en un mensaje las lineas de una
doncella que se manifestaba después de haberse enterado que me encontraba
cercano a ella. Leí su amable intención de encontrarnos para compartir un
tiempo y un lugar; nada especial tengo que admitir, era tan sólo una excusa mas
para seguir transitando. Así mismo, como lo fue el comunicado que recibí,
accedí a nuestro encuentro.
Regresé a mi morada repetidamente pasajera, me quité los
despojos de la inanición y me incursioné en la búsqueda del lugar de nuestro
encuentro. El camino se cerraba frente al carruaje que había tomado, todo me
decía, incluso el cochero que guía los caballos que nos transportaban, que no
prosiguiera. Pero mi ímpetu y mi característica terquedad nos convenció a todos
para que siguiéramos adelante. Por lo que le indique seguir, no importaba nada
mas, todo lo que quería era volver a sentir el extaciante aroma de una musa
efímera o constante; era como si dentro de mi se hubiera gestado la posibilidad
de una nueva posibilidad con la cual abatir mis alas regeneradas y mejoradas,
era casi como si me hubieran contratado para un nuevo trabajo.
Paso un corto tiempo antes de encontrarme frente a una
barrera móvil, imponente y aparentemente intransitable, dudamos en continuar,
nos lo preguntamos el cochero y yo, pensé en decirle que desistiera de alcanzar
nuestro destino. Pero las punzadas que en mi piel retumbaban me animaron a
continuar, por lo que a regañadientes pude lograr mi destino.
Una vez mas próximo a ella, pero igualmente lejano a nuestro
encuentro, se atrevió a salir, indicó el destino de mi carruaje y al bajarme me
recibió con una sonrisa y un sedoso abrazo. Ingresamos en el sitio, estaba casi
desolado, con una luz rojiza tenue y el ruido del exterior que armonizaba el
ambiente. Ella estaba particularmente atractiva, se encontraba vestida con una
vaporosa camisa que le descubría sus sutilmente alargados brazos y tenia un
corto retazo de tela que permitía al publico, incluyéndome a mi, deleitar la
exuberancias de sus contorneadas piernas; su pelo se dejaba caer con
naturalidad, la forma de su rostro se manifestaba con mas alegría y
espontaneidad que nunca; yo sabia que se sentía en su territorio.
Sus ojos, oh! que ojos, ese par de precisos cristales de
calvaban sin intención dentro de mi y me hacían sentir la gloria fantasea del
ladrón que por sus medios le había arrebatado el tesoro mas preciado a las
arenas de un desierto hostil, desconocido y completamente impensable; pero ella
no se conformaba con eso. Exponía ante mi un par de pómulos rozagantes no solo
por el color del maquillaje que llevaba puesto. Además de eso, y para dejar de
alagar su contextura física, tenia un par de labios sutilmente bañados por un
rosa profundo que magnetizaba mi mirada. No pensé encontrarla tan atractiva y
tranquilamente seductora.
Nos quedamos hablando por unas varias decenas de minutos,
ella, yo; y ojala que estuviéramos tan solo los dos, pero estábamos con una
amiga suya. No me molesto la presencia de alguien mas, mas bien complementó el
momento. Así pasamos mucho tiempo hasta que después de cambiar de sitio, nos
decidimos los tres a buscar un nuevo lugar en el cual continuar la noche.
Pasamos a nuevas sillas, con otro ambiente, seguimos compartiendo,
me sentía ligeramente incomodo y fuertemente seguro; sabia que era una noche en
la que haría todo para ocuparme de pasarla bien. Así fue, la pase
fenomenalmente, seguramente nadie podrá imaginar la gloria que logré percibir
con todos mis sentidos.
Antes de partir, ese clima que antes había dificultado mi
encuentro, fue el mismo que sin saber, propició que mi danza o mejor dicho,
nuestra danza, se prolongara lo suficiente para que seguramente en la cabeza
deseosa de oportunidades y fantasiosa de situaciones no presentes, nos
planteara la idea a los dos de una posibilidad de acompañamiento, tal vez
inicialmente erótico, o posiblemente, fuertemente afectivo. Eso no me afana y
mucho menos es mi objetivo.
Así como llego esta experiencia, termino, pero no lo hizo
sin antes descifrarme una nueva posibilidad de encuentro. Quedamos en vernos
después de ver caer el sol de un nuevo día. Puede que eso ocurra como puede que
no, no importa, no me importa; tan solo me siento momentáneamente completo por
lo hoy vivido. (Finguerling, 2013)
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