Una vez pasado el pasado, vivido lo vivido y dejado lo
indejable, me encontraba acariciando la aspereza de las sabanas blancas que en
tu ausencia compartimos. Estaba allí recostado pensando en lo que tenia que
hacer para lograr crear ese artefacto que la vida me pedía, en lo que iba a
idear para que el cielo que te rodeaba estuviera principalmente libre del
grisáceo color que en mi se ha gestado, y que sin darme cuenta por mi boca ha
brotado. No se me ocurría nada, dibujaba, calculaba, pensaba, leía y anotaba; todo
esto en vano porque nada de eso realmente funcionaba, y no lo hacia gracias a
la ansiedad que mi esencia abrumaba.
Tomé la sabia e imprudente decisión de apagar las luces,
cerrar mis ojos y dejarle la tarea a Morfeo, tarea de iluminarme con su
incongruente creatividad y maquillada sabiduría. Traté de soñar, pero al no
lograrlo alce mi espalda, me erguí sobre mi lecho y galopé por los pasillos de
mi hogar, eran interminables, inagotables, eran como un laberinto que se
transformaba detrás de cada paso que daba. Estaba confundido, ya no sentía que
esa ubicación transitoria fuera mi refugio, se convirtió en un lugar lleno de
misterios, misterios que no podía contemplar, tan solo temer, y por lo mismo
huir.
Estaba tan agitado que había perdido de vista la razón por
la cual tome la opción de actuar, pero al sentir ya agotado el poder energético
que había adquirido mientras me encontraba acostado, caí de rodillas sobre el
asfalto, haciéndome desagradablemente contemplar como si de repente un súbito
choque electroquímico me hubiera quitado el comando de mis acciones. Estaba allí, fuera de ti como no estaba
dentro de mi, no era un lugar conocido, no era mi morada ni tampoco tu mirada,
estaba perdido en la nube gris que se había construido. Estaba arrodillado,
postrado en las fauces de la intoxicantemente espesa niebla de nuestro informe
producto.
Comenzó a llover, era una lluvia que caía gota a gota sobre
mi cabeza, espalda y brazos. Tenia los ojos cerrados, no quería abrirlos,
sentía que si los abría serian cercenados de mi entidad; por eso los dejé así,
se mantuvieron cerrados ante lo que estaba pasando, tan solo sentía con mi
receptores auditivos y mis traductores táctiles. No sonaba desagradable, no se
sentía frio, no quemaba ni congelaba, tan solo se escuchaba y se palpaba.
De pronto la parte inferior de mis piernas dejó de sentir el
soporte que tenia, se abrió una brecha que tan solo rodeaba la distancia en la
que mis extremidades se expandían. Comencé a caer ferozmente, trataba de
aferrarme a todo lo que entre mis dedos se colaba, no agarraba nada firme, nada
solido ni preciso. Mis manos se rasgaban con cada intento de sostenerme de
aquello que sin ver, se aparecía. De repente mi velocidad de colisión se redujo
significativamente, todo mi cuerpo se sentía inmerso en una gelatina gaseosa
que tenia un aroma a flores recién cortadas, era una sensación tan agradable
que una vez tocado fondo, sentí como si un relámpago de corriente eléctrica de
incongruente amor, me hubiera sacudido todo el cuerpo.
Recordé que caía, pensé que ya había caído, pero sin
entender plenamente lo que me estaba sucediendo, y sin saber concretamente
donde me encontraba abrí mis ojos y enfoqué los colores que mi alrededor se
encontraban. Me puse de pie, no sentía el cansancio que me postro
anteriormente, miré mis manos y las cortadas que antes tenia se habían
transformado en marcas rellenas de tina negra, tenían formas extrañas, no
decían nada mas que las lenguas del caos que había presenciado en mi
caída. Una vez re configurado mi sistema
interno y externo, comencé a caminar nuevamente, pero esta vez ya no tenia los
ropajes con los que había comenzado mi singular aventura, estaba completamente
desnudo.
Seguí caminando, y sin saber todavía donde me encontraba
apareció una voz que me dijo “Deja de
luchar, deja de avanzar por ese camino, que no te va a llevar a ningún lado. No
lo va ha hacer porque tampoco estas en ningún lado” No supe como
contestarle a esa voz, tampoco le hice caso, pero en ese momento dentro de mi
pecho se gestó una respuesta tan agresiva como complaciente. “Yo soy así me guste o no, un guerrero, un
luchador incansable, un samurái que blande su espada hasta el momento que
aquella ha de caer sobre la nieve porque mi corazón ha dejado de latir. No soy
desconocedor de lo que me esta diciendo, so entiendo y se que es la mas sabia
decisión, pero no soy un ser que se gobierna por lo que sabe, so un ser que
para mal como para bien, se gobierna por lo que siente” . “Ese es
su problema, no el mío ni el de los demás, tan solo le digo que si ha de
luchar, luche por que ha pensado que puede ganar, no por lo que siente que
quiere lograr”. Una vez dicho esto, la voz no se manifestó mas, aún cuando
le grité a los 23 vientos que me manifestara su procedencia e intención. A pesar de su ausencia, sus palabras no cayeron
en saco roto, me detuve, recogí mis piernas en esa posición que yacía en mi
recuerdo etéreo igualmente inexistente, y comencé a meditar.
Serré mis ojos una vez mas, pero en esta ocasión no era para
evitar que me los arrebataran. Los cerré porque quería implementar las
enseñanzas que he expresado y proclamado con tan fuerte fervencia. Una vez
dentro de mi mundo nos pude ver, nos
pude sentir juntos en una ocasión mas.
Estábamos tirados en posiciones que no nos permitían
mirarnos a los ojos, estábamos en silencio mirando a direcciones distintas, tu
para un lado y yo para el otro. Nos encantábamos en un silencio que parecía
perpetuo. Manifestaste la sorpresa que sentiste al verme, sonreí y te pregunte
si me podía quedar, aceptaste pero con tu respuesta tampoco me recibiste, aún
así yo ingrese en tu recinto.
Pasó un millar de las caídas de las precisas gotas de ese químico
que designa en el leguaje cotidiano como el pasar de los segundos, y no
decíamos nada, ni tu ni yo manifestábamos nada de lo que estábamos sintiendo.
De un momento a otro comenzaste a balbucear un chorro de aspectos que se veían
tan reales, como las mascaras que en ellos se mostraban para ocultar tu sentir.
Los dejé pasar, los acepte, los comente contigo. Luego, cansado de esa falacia explicita,
te dije que tenia que partir. Bajamos juntos, nos abrazamos y pueda que tu como
no pude yo, sentiste que nuestros cuerpos se complementaban.
Es posible que esto
que acabo de describir sea completamente falso porque puede que tu existencias
presente tampoco haya querido, pensado, o siquiera sentido, el deseo de
manifestar esa complementariasria e integración a la que me refiero; yo tenia
la completa disposición de mostrarte eso que te atrae tanto, ese placer
narcisistico de sentirte en el otro, como logre hacerte sentir tiempo atrás.
No lo soporte mas, y a pesar delo que aprendí para lograr
que mi objetivo se realizara, te manifesté resignadamente. “El inconveniente de nuestro presente es que la solución a esto que ha
ocurrido previamente este dentro de mi o afuera de ti, es que la solución no
esta afuera de mi como no lo está dentro de ti. La respuesta armoniosa para lo
que le hemos destinado a la vida, esta tan afuera como adentro de mi, al igual
que lo puede llegar a estar, y lo pongo, te lo pongo como posibilidad, porque
tampoco puede estar tan afuera, como tan adentro de ti. Esa solución está, sea
la que sea, tan adentro como tan afuera de los dos, estemos juntos o no.”
(Finguerling, 2013)
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