viernes, 27 de agosto de 2021

Snake Eyes


Hace un par de centurias mientras me encontraba en el encanto que brinda el sonido de las olas llevadas por el viento para que acariciaran lo áspero de la arena, me dejé llevar por esa implacable sensación, y sin pensarlo siquiera me sumergí en el deseo de recuperar la fortaleza que algún tiempo atrás tenia. Quise demostrar que todavía se encontraba en mi la fuerza que tenia de joven. Me dejé llevar y con eso no solo perdí la cordura y la conciencia, perdí también mis ojos. Perdí esos ojos con los que podido ver y gestionar muchos de los casos que llegaron a mi despacho. 

La noche que llegó y trajo para mi una ventisca de redención, me hizo sentir vulnerable, frágil y baldio. No sabia que hacer, no podía ver, no podía pensar y lo que sentía no se podía configurar en una forma clara con la cual mi sentir podría ser algo que mis compañeros pudieran asimilar. 

Salieron de mis cavidades oculares lagrimas, las mismas lagrimas que en algún momento deje correr con esos ojos perdidos, cuando me enteré que ese último contrato había sido un engaño erráticamente montado. Aquellas lagrimas no eran de dolor, tampoco de tristeza, eran de decepción. Me equiboqué  y mucho. La perdida de mis ojos fue la señal que me mostró en forma de relámpago, que lo que he estado haciendo por mucho tiempo, debe caminar. 

Pasó el dolor, paró el llanto, el malestar se transformó y se configuró en lo que hoy en día se llama bienestar. 

Pero, no podía quedarme sin ojos, no podía dejar de ver la obra de Dios, no podía permitirme estar en la ausencia de luz y de oscuridad; no me iba a permitir volver a aceptar un nuevo contrato sin conocer las comisuras de los ojos de mi nueva misión, así como tampoco sin ver las linea que se forjan en sus labios o las curvas que ese cuerpo maduro se gestaron. Por eso mismo, entre arañazos y mordidas económicas regresé al templo que me brindó aquellos ojos que descuidadamente perdí. 

El científico que había comprendido las necesidades de mi ser me recibió con sorpresa y desencanto. Me preguntó: Mister Finguerling que lo trae de nuevo por acá? No fue suficiente nuestra labor para su empresa? Luego de unos cuantos segundos, con un sobre salto notó que no llevaba esos ojos que me habían diseñado allí. Una vez retomado el aliento, me dijo que entendía que estuviera de nuevo en ese sitio; miró las cicatrices que en mi ser se encontraban y con una sonrisa complaciente me dijo que todo se podría arreglar e incluso mejorar. Me posicionó en la camilla adaptada para las mediciones correspondientes y analizó los efectos que han tenido los años en mi, así como también las medidas necesarias para la creación de mis nuevos ojos. 

Terminado el procedimiento inicial, nostálgico y meditabundo me tumbé en un sillón que hace mucho tiempo no me reciba. Allí me acordé de las palabras que un colega me mostró. Unas palabras que un detective de la vida, así como lo soy yo, había escrito en el sigo de mil setecientos. El sabio Spinoza se refería a la deidad divina cuestionando las practicas mundanas que aquellos pseudo seguidores habían profesado. Aquel sabio de la razón puso como máxima que el Dios al que le debemos la vida, no tuvo nuca una intensión de limitarnos, constreñirnos, culparnos o hacernos seres de pecado, nos enseño que todo lo que somos se encuentra encaminado a permitirnos vivir, sentir, gozar, sufrir; pero sobre todo a elegir. 

La elección que hizo la "vieja esa" que me contrató por ultima vez, estuvo arraigada en la angustia que le implicaba el no poder desprenderse de su acuerdo corroído y putrefacto; ese acuerdo que se encargó de marchitar aquel jardín que, con mi vitalidad, tenia en su morada. 

Regresando al recinto de forja ocular,  y despertando de ese sueño diurno en el que me encontraba, se acercó una despampanante Cobra que con su mirada cautivadora y con los colores de sus escamas me cautivó a tal que me llevo hasta su morada. Sin notarlo departiendo palabras científicas. Entre esas misma palabras me dijo que se esforzara en hacerme unos nuevos ojos ya que nuestro encuentro le había agradado y alimentado su corazón. Así pues, con alegría y emoción me comentó que mis cavidades oculares eran un perfecto receptor para la nueva invención que había creado. 

Un dia me desperté, inhalé y sin estar completamente consciente de lo que estaba pasando, abrí mis ojos, mis nuevos ojos. Se sentía diferente, limpio, suave, tranquilo y colorido. En ese mismo instante llegó a mi despacho, en el que por supuesto duermo, una carta que decía "aquí tienes tus nuevos ojos, no son como los anteriores. Tienen una característica que puede servir para tu forma de vida. Son ojos de serpiente, ojos que ven con la vibración, con el aroma, y sobre todo con el corazón. Dudé mucho en a quien se los daría, pero cuando te vi supe que serias tu." 

Acostumbrándome a mis nuevos ojos, percibí travez de ellos que algo del pasado se acercaba, me los quité, o de pronto no lo tendría para ese momento, y me paralicé a tal punto que el tiempo pasó. Una vez mas llego la noche y con ella una carta que me envió la persona que me contrato, me dijo " hoy te vi". Yo no la vi aun cuando quise verla, pero en mi había lo nuevo, en mi estaban estos nuevos ojos. 

Con estos nuevos ojos pensé que la vería nuevamente, no fue así, no lo hice. al principio me culpé, me castigue y me mentí, pero luego comprendí que estos nuevos ojos, estos ojos de serpiente están conmigo para enseñarme como ver cuando un contrato que llega es un engaño, una treta, una loba disfrazada de cordera, o una gata disfrazada de coneja. Estos nuevos ojos, así como pesan, me han permitido entender como ver lo que aquellas personas que se aceran a mi despacho, son en realidad. Esos nuevos ojos me están permitiendo avanzar entre tantos laberintos, engaños y confusiones que la vida nos ha puesto a todos. 

Ahora estos nuevos ojos y la nueva marca que tiene el nombre "Cuidado" que tendré, me llevaran a aceptar casos diferentes. (Finguerling, 2021)

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