martes, 25 de enero de 2011

Ángeles


Sentado en la poltrona heredada de aquel sabio de los bosques y los vientos, de ese ser sabio por la experiencia que le dio el furor del fuego y la quietud de las montañas, me encuentro meditando sobre el transcurrir de la vida, de mi vida, del tiempo, del pensamiento pero sobre todo, de estos seres que se han topado en mi vida sin avisar; me siento en este momento de acople y modificación remembrando la vivencia de cada uno de sus apariciones inesperadas y solicitadas.
En el mundo todos los seres tememos un sin numero de creencias que no sabemos si son ciertas, o si en realidad hacen parte de la explicación que le damos a eso que no podemos tolerar por incomprensible. De una u otra forma hacen parte de nosotros, y por eso mismo, dichas creencias, hacen parte de lo que nos define. Este es el caso de los ángeles, fantasmas que se han disfrazado para hacernos creer que no existen mas allá que en los sueños o en los cuentos de dioses bondadoso y crueles. Desafortunadamente para ellos, existimos guardianes que dentro de nuestra formación encontramos en las raíces de las flores de la vida, un elemento que nos permite verlos, y con eso, saber que son diferentes al resto de vivientes de este imperfecto lugar; pero desafortunadamente para nosotros, no se nos revela la verdadera función de su presencia, por lo que nos vemos en la auto adquirida obligación del porque de su existencia.
De esta placentera obligación, he podido sacar una hermosa conclusión. Los hermosos ángeles están aquí para nosotros, se encuentran en nuestro mundo para mostrarnos lo que somos, lo que no queremos permitirnos ser, lo que nos molesta de nosotros mismos, lo que hasta de pronto se nos dificulta ver; por eso es que están aquí.
Hace mucho tiempo que los podía ver, los podía sentir, pero no estaba dentro de mi la capacidad de tocarlos con mi alma, como tampoco podía asimilar la persistencia que tenían en encontrarse a mi lado. En ocasiones me agobiaban con su presencia, con sus susurros, o con la bulla que sus voces manifestaba; yo los escuchaba, porque sabia que tanto con sus consejos, como con su regaños, querían expresarme su preocupación y su frustración frente a mi situación.
Hoy, un día cuyo transcurrir no deparaba nada nuevo ni sorpresivo, el movimiento de la pluma de uno de estos increíbles seres me mostró el camino de mi destino; sin pensarlo dos veces la seguí, casi como si mi cuerpo se moviese solo, como si se encontrase encantado por la fuerza de la necesidad que se encontraba enredada con la pujanza de la esperanza de mi bienestar. En el momento que pude reaccionar, me encontraba sentado en un anden esperando a que apareciera, a que su presencia apaleada por el esfuerzo que requería seguir viviendo se manifestara; en ese preciso instante se presento nuevamente, puesto que ya con este ángel me había encontrado previamente. Se sentó a mi lado y me pregunto como estaba, yo aturdido por su regreso le conteste que estaba bien; guardo silencio mirándome fijamente a los ojos, detallando cada una de las líneas que se dibujaban en la pupila de los mismos. Me dijo, que le estaba mintiendo, que no había hecho lo que debí haber hecho para mi vida, y que por lo mismo mi crecimiento emocional se había estancado muchos años atrás; tanto así, que mi alma había perdido su luz, y que  mi mundo interno se encontraba sumergido en un cumulo de lagrimas que no había permitido sacar de el, haciendo que los rascacielos de esperanzas y sueños, se desbaratan y corroyeran por el acido de las mismas.
Las palabras con las que me abordó eran completamente nuevas, no me las había dicho nadie antes, ni ella misma; pero de parecían conocidas, se asemejaban a las que me habían dicho antes muchos otros. Fue allí, donde comprendí, fue en ese momento en el que de un latido fuerte, mi corazón se hizo sentir nuevamente.
Si, es cierto, todos los que me habían dicho lo mismo pero de diferentes y diversas formas, eran y son ángeles, seres que florecieron para mostrarme eso que por el afán de la preocupación de la vida y tranquilidad del mundo externo había olvidado. Con esas palabras abrí un poco mas mis ojos, sentí que desperté del letargo que la cadena de eventos me tenia y recordé haber visto alas sobre los hombros de mis amigos, entonces mi cuerpo se estremeció de alegría.
Supe allí que todos mis amigos no eran mas que ángeles, que eran eso, unos sujetos hermosos, amables, agresivos, devotos a la fe de la evolución. Con esta reiterativa recordación de mi una lagrima salió, un diminuto mililitro que ahogaba mi mundo interno salió; me sentí mucho mejor, mas liviano, mas tranquilo, y aunque sus palabras fueron muy dolorosas, me llenaron de vida y me permitieron sentir nuevamente.
Gracias a todos los ángeles que han y que están orbitando mi mundo, yo se que no he sido el mejor alumno de sus enseñanzas, que he sido testarudo y despistado. Quiero que sepan que con cada una de sus apariciones, lenta y pausadamente he logrado avanzar en el camino de la búsqueda de mi felicidad; aprecio mucho su dedicación y su constancia, me disculpo por la lentitud de mi cambio, y les prometo que debido a sus esfuerzos  y los míos, el sol de mi mundo brillara tan fuerte que la luz que emana el sol del exterior se vera opacada por mi propio furor. (Fingerling, 2011) 

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