lunes, 14 de febrero de 2011

Santo Valentino


En estos tiempos de completa incongruencia, de caminar sin avanzar, de sentir que el no sentir es lo correcto, yo, un ser arraigado en el pasado, en el romanticismo de la vida y del amor, tengo algo que manifestarles.
Pueda que no sea el mas apuesto, el mas inteligente, el mas sensible, ni el mas sensual; pero soy yo, un ser incontenible, un sujeto que no se deja apaciguar por las derrotas que el camino le suscita a cada paso, un guerrero que trata incansablemente de resguardar la esencia de lo hermosos dela vida.
De ese mismo modo, soy un ser que sabe que no se puede quedar en el pasado, que tiene que hacer lo necesario para adaptarse al corroído camino que la sociedad pinta con el color del corrupto desprendimiento del sentimiento. Y lo hago, lucho por eso; me levanto cada mañana tomando en mis dos manos una pizca de coraje y un bulto de sentimiento, con el fin de mostrarles a todos aquellos que se toparon con mi existencia, que no hay nada mas hermoso que le simpe hecho de dejarse llevar por la vida, tal y como lo hace una hoja de cerezo que se desprendió por los vientos del otoño, descendiendo por los linderos de aquel árbol que creció tanto tiempo y aterrizó en las causes de un riachuelo que la transportará al fin ultimo que su destino le ha deparado; para sencillamente mostrarle que en el fondo no hay acción sin consecuencia, que no existe queso sin leche, que nunca habrá vino sin uvas; así como tampoco, en el mundo se concebirá amor sin deseo.
Por eso es que manifiesto que sin importar los años y mucho menos los daños, este corazón que en medio de mi citarizado y por ende acorazado pecho se encuentra, seguirá latiendo, sintiendo, soñando y sobre todo luchando por el amor; porque eso es lo único que en realidad el alma con su partida del mundo terrenal se ha de llevar. (Fingerling, 2011)

1 comentario:

  1. cada paso, cada abrazo, cada lagrima, puede ser el endurecedor de corazón o un pequeño bisturí que lo deja al descubierto. Sentir, amar, sufrir, permiten que un caricia nos transporte, que un segundo sea eterno, que una sonrisa nos congele y el tiempo se detenga. Somos raros, sufrimos, nos entregamos, hacemos lo contrario a lo que exige el mundo de nosotros, pero un atardecer y la esperanza dibujada sobre el horizonte que tenuemente se desvanece, nos devuelve la certeza de seguir viviendo al saber que si he sufrido y he amado, podrá llegar otro atardecer que tal vez sea eterno o al menos detenga el tiempo lo suficiente, para sentir que una vida ha pasado.

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