En estos días de reclusión forzada en mi morada, me ha sido posible dejar de pensarte, de querer sentirte, de buscarte entre los rocíos tibios que se evaporan lentamente sobre las calles para poder abrazarte y aspirar nuevamente tu revitalizante y extaciante aroma. Te pienso como si algo dentro de mi sintiera que nunca mas te podre volver a ver ni a escuchar, como si en serio la consecuencia final de esta decisión que tomamos fuera el fallecimiento de nuestro cultivo de rosas; pero me aferro a la creencia y a la fe que ambos, tanto tu como yo le pusimos a este acto masoquista de distanciamiento y dolor. Esmero sustentado en la búsqueda de nuestro mutuo bienestar, bienestar que con el pasar de cada uno de estos días se desdibuja de la realidad.
No hago mas que imaginarte caminado por allí, paseando por los senderos que alguna vez recorrimos los dos alegremente, dejando que los rayos de sol se posen sobre tu figura e incrementen tu descomunal belleza, sintiendo la briza refrescante a la sombra de alguno de esos elevados edificios que fueron nuestro refugio en la lluvia y el perfecto restaurante para nuestro almuerzo nunca planeados pero siempre disfrutados.
Por las mañanas cuando las obligaciones cotidianas me recuerdan que así mi alma se desborone lentamente por su ausencia, tengo que levantarme y seguir adelante y afrontarlas inclementemente; te pienso, me transporto mágicamente porque así me lo permite mi imaginación, a tu habitación, te susurro al oído “Hermosa, ya te tienes que levantar, arriba, vamos que tienes que llegar a tiempo; no, ningunos cinco minuticos mas, ve levántate y déjame escuchar la ducha” queriendo desde luego acompañarte en cada uno de los pasos que das hasta tu destino matutino, obligatorio igual.
En las horas de la tarde, me invade una angustia evolvente y desgarradora, porque en mi mente se posiciona un interrogante que ya no puedo resolver y ni siquiera contestar. Me pregunto constante mente, si almorzaste, si comiste bien, si tu delicado estomaguito recibió un poco de alimento y, si ese alimento tenia por lo menos una pizca de cariño; porque sabes que lo mas importante de la comida es que se disfrute no sólo por su sabor, sino también por el condimento que se le pone a ésta al encontrarse acompañada por las cosquillas que se le da al corazón.
Al caer y posarse la noche en su esplendor, cuando me encuentro patrullando por las calles de esta ciudad escenario vital de nuestros encuentros y nuestra pasión, casi como una ilusión, pierdo todo sentido de orientación, que por cierto los dos sabemos que no es muy bueno del todo; y las avenidas por donde me encuentro transitando se convierten en un laberinto sin salida. Sin mas remedio que seguir conduciendo, de una u otra forma llego has un punto cercano a tu vivienda, me veo tentado a pasar, saludarte, abrazarte, sacarte de ella y llevarte hasta aquel paraje extraído de las tierras del oriente donde hemos compartido ya un par de momentos grandioso, para darle final a esta espera inagotable; pero recuerdo que seguramente sigas las aulas de la institución que por el azar de los dados del destino, nos presento, nos unió y nos dejo ver lo mas profundo de cada uno de nosotros.
Con cada tienda que visito, a cada vendedor ambulante que me voltea a mirar como queriendo decirme que le compre eso que quiero comprarle, en cada semáforo en el que me ofrecen dulces y flores, a cada Carulla al que veo desde la ventana de mi negro corcel, siento esa fuerza pulsante que me dice entre, que compre, que arregle, que cree, que me haga de algo con lo cual pueda sacarte nuevamente una sonrisa tímida pero complaciente. Ya sea con un chocolate acompañado de una loca historia torcida y recién inventada, con una rosa a la que trate en vano de asemejar con tu belleza, con un helado con el que quiera clamar el ardor de las heridas de tu corazón, o sencillamente con postre de limón y un globo rojo con el estructure un momento de expresiones de satisfacción, intriga coqueteo bidireccional y sencillamente sensacional. Pero nuevamente despierto de mi imaginación y me estrello con la realidad, con esta realidad en la que tu sigues presente dentro de mi y nada mas, ya que se que faltará un tiempo considerable para que resuelva todo esto que me mueve a querer seguir intentando conquistar tu corazón.
Al llegar nuevamente a mi refugio, después de subir las escaleras, escuchando los sonidos silenciosos de los seres que allí habitan, giro a mi izquierda, veo mi cama, algunas veces arreglada, otras sencillamente tan revuelta como mi estomago por la contradicción de mis sentimientos y acciones; sea como sea me sumerjo bajo esas cobijas que aunque parezca mentira, todavía guardan un poco de tu aroma. Inhalo, suspiro, recuerdo esos momentos, y que buenos momentos, cierro los ojos y trato de acceder a mi mundo onírico, mundo en el que todavía siques siendo la reina, y aunque al cual no puedo acceder muy frecuentemente en estos días, cada vez que lo hago, se me apacigua la hinchazón de las cortadas, se desvanecen de mi las infecciones de las quemadas y desaparece todo rastro de dolor. Porque allí, y tan sólo allí, vuelves a estar a mi lado, y somos enteramente felices.
Gracias a tus palabras y una de tus ultimas muestras de afecto sincero y sentido, puedo con el peso de esto, me aferro fuertemente a ese deseo de mutuo bienestar y pienso en ese futuro ansiado pero incierto, en el que los dos mas adelante, ¿cuando? No se, nos vamos a encontrar, y asumiendo las circunstancias de cada una de nuestras vidas por aparte, la armonía que nos brindamos mutuamente pueda llegar. Finguerling (2011)
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