Estaba nuevamente acompañado del consejero de las pasiones, recordando la ganancia de mis últimos descubrimientos, sentado allí en mi despacho, abrasado por el calor del extaciante aroma de la ultima mujer que se sentó en frente de mi con la intensión de venderme sus falsas promesas de movilidad y éxito.
En ese momento, solo pero acompañado de mi memoria me sorprende viendo como el tiempo pasaba mientras que uno de mis colegas
tácitos se vanagloriaba de su posible progreso. Allí me llegó un vago recuerdo, una
etérea sensación de lo que pudo haber pasado.
Alguna vez pude soñar el estar sentado pensando junto a esa faraona que dejo caer sus deceso por la fuerza de sus laberínticos malestares, aquella victoria sobre nuestra tierra fértil que hizo marchitar, por la prontitud de nuestro encuentro, toda la felicidad de construir los cimientos de una descendencia mas clara y menos confusa que aquella que lo esta siendo la muestra, esa felicidad de las crías que he podido contemplar al pasar los parques que se encuentran en mi ciudad y con la que me he de alegrar.
Alguna vez pude soñar el estar sentado pensando junto a esa faraona que dejo caer sus deceso por la fuerza de sus laberínticos malestares, aquella victoria sobre nuestra tierra fértil que hizo marchitar, por la prontitud de nuestro encuentro, toda la felicidad de construir los cimientos de una descendencia mas clara y menos confusa que aquella que lo esta siendo la muestra, esa felicidad de las crías que he podido contemplar al pasar los parques que se encuentran en mi ciudad y con la que me he de alegrar.
En ese preciso instante pude reconocer que mi vida ha estado
llena de victorias, no las victorias que usted se pude imaginar, las victorias
que un enfermo de un cáncer terminal nunca se imaginaria lograr. Es decir, del
logro del recuperarse de algo que parecía interminable. Esas victorias que no se
resaltan como lo hacen cuando con las medallas olímpicas conmemoran a un
atleta. Las victorias móviles de un corazón fracturado que por primera vez,
logra ver como su esencia se empieza a recuperar. Esa victoria que se muestra
como un avance, pero que en realidad es tan solo el sabor amargo de ese
medicamento que se toma para no sucumbir ante el agotamiento de la ausencia de
lo que alguna vez fue el místico consejo dormido del amor.
Desafortunadamente allí se gestaba el engaño. Esa sensación
de futuro que es producto de la ausencia de aquella faraona que en su sarcófago
móvil y poco rígido se encuentra. Aquella sensación me generó in mareo inusual, me confundió, me trunco y me
despedazó; eso ocasión que la idea de recuperar los afectos que algún vez pude
sentir por ella, fuera posible.
Mentira, engaño, fantasía y un poco de cinismo. Eso fue lo
que puede articular al re pensar y al amarrar mi rencor con las costras que se
han generado por dejar de sentir. Pero
cómo? como pude dejar de sentir? Esa pregunta es muy sencilla de responder, se
responde con tan facilidad como lo hace un infante al responder como una flor
toca su emoción.
Porque si, porque si es posible vivir después de la muerte, deceso ocasionado por el veneno que no se puede extinguir, y que por lo mismo se ha
marcado en el órgano palpitante que todo mamífero puede tener. Y allí esta ese mismo veneno placentero que
me tiene relatando las historias tatuadas en el pasado. Aquí es donde se
encuentra el sinsabor del desamor llevado por la inmediatez y la ausencia de
pericia en las relaciones interpersonales. Aquí y allá, en ese momento atemporal que dice y no dice. Ahora y antes, en ese y este tiempo que todo lo
puede y nada logra. Por eso pude ver como me encontraba engañado por el paso
cronométrico de los minutos, segundos, horas, días y años.
Fue ese veneno el que hizo del pasado un ser engañoso y
ausente, un ser que la ver la victoria que se esta percibiendo por medio de la
realidad de mi compañero, se sienta como
si fuera mas valiente que lo fui yo.
Que bueno es saber, conocer y atesorar ese recuerdo de aquella hechicera que al convertirse en faraona y luego desertora, ha dejado en mi. Ese recuero tan vivido como lo fue su presencia, esa representación interna de la vida y la luz, esa maravillosa parte de mi historia.
Aquella parte que al buscar encadenar y sumir debajo de centenas de litros de mercurio, con los que pensé que todo eso se encontraba clausurado debajo de esas lapidas tapadas por las decisiones de sus errores, se había desenterrado para mostrarme que el sentir no se podía evitar sólo anestesiar. Esos mismos líquidos pusieron fin a la continuidad juntos, lo hicieron ese mes quinto del año de la treceava vuelta al sol después del segundo milenio del calendario solar después de la época del sacrifico del ser emblemático de occidente. Paradójicamente eso también me dejo continuar con la vida cotidiana.
Al verme vagando en mis pensamiento identifiqué el engaño que recibí, entendí que no era nada más que ese pequeño suspiro que me decía “sigue”. Era tan solo la forma de hacer de mi presente, un oasis simple y atractivo. Pero mi deseo insaciable despertó al ver que mi actual ser no era ni menos complejo, ni más atractivo; por consiguiente, este enredo, así como la poción que de sus fluidos mi cuerpo absorbió, se mantiene presente. (Finguerling, 2017)
Que bueno es saber, conocer y atesorar ese recuerdo de aquella hechicera que al convertirse en faraona y luego desertora, ha dejado en mi. Ese recuero tan vivido como lo fue su presencia, esa representación interna de la vida y la luz, esa maravillosa parte de mi historia.
Aquella parte que al buscar encadenar y sumir debajo de centenas de litros de mercurio, con los que pensé que todo eso se encontraba clausurado debajo de esas lapidas tapadas por las decisiones de sus errores, se había desenterrado para mostrarme que el sentir no se podía evitar sólo anestesiar. Esos mismos líquidos pusieron fin a la continuidad juntos, lo hicieron ese mes quinto del año de la treceava vuelta al sol después del segundo milenio del calendario solar después de la época del sacrifico del ser emblemático de occidente. Paradójicamente eso también me dejo continuar con la vida cotidiana.
Al verme vagando en mis pensamiento identifiqué el engaño que recibí, entendí que no era nada más que ese pequeño suspiro que me decía “sigue”. Era tan solo la forma de hacer de mi presente, un oasis simple y atractivo. Pero mi deseo insaciable despertó al ver que mi actual ser no era ni menos complejo, ni más atractivo; por consiguiente, este enredo, así como la poción que de sus fluidos mi cuerpo absorbió, se mantiene presente. (Finguerling, 2017)